¡Uy!, marcha feminista nacional en México…
- CEDIMUH
- 9 mar 2020
- 3 Min. de lectura

… y (me) pregunto: ¿a qué o a quién representan tod@s aquell@s convocantes que
encabezan la marcha feminista propuesta para este ocho y nueve de marzo del presente año en México?:
¡Feministas! ¿Asentadas en el feminismo liberal del siglo XIX que propone los mismos
derechos para el hombre y la mujer en el mundo laboral? En un país como el nuestro en donde: “setenta y tres de cada cien mujeres de quince años o más que forma parte de la población económicamente activa (INEGI 2019) tiene al menos un hijo nacido vivo”. ¿Jovencitas en desventaja que llevan consigo la carga de mantener un hijo, sin haber cumplido la mayoría de edad, y casi todas ellas ajenas a la solidaridad de un régimen patriarcal asentado en padres biológicos que en reiteradas y múltiples ocasiones depositan en la mujer la absoluta responsabilidad de procrear un hijo?
¡Feministas! ¿Desde el feminismo liberal de principios del siglo XX que exalta la
importancia de la sexualidad femenina como la piedra angular para sentirse libre? ¿Libre en un país como el nuestro en donde el imaginario colectivo sataniza a las putas cuando rebasan lo socialmente permisible por la tradición masculina?
¡Feministas! ¿A partir del Marxismo feminista que propone al género femenino
desarrollar su potencial al inscribirse en un modelo socioeconómico que le otorgue la posibilidad de ejercer su libertad a partir de una economía saludable? ¿Economía saludable en México cuando el modelo de mujer arriba señalada tiene que mantener por lo menos a un hijo con un salario mensual muy por debajo de sus necesidades mínimas de bienestar cotidiano?
¡Feministas! ¿Al considerar al feminismo radical como una postura deseable para que la
mujer cuestione su rol biológico? ¿En un país donde uno de sus mayores íconos se haya
circunscrito a la maternidad idealizada? Una Lupita resguardada en el vientre de la tolerante madre mexicana. O quizás, ¿por qué no?, desde otro enfoque radical feminista donde se convoca a la cultura cuestionar el rol de género. ¿Un género en México que se ilumina de azul o rosa, haciendo caso omiso al abanico pictórico de posibilidades para crear otras identidades más congruentes con la sociedad actual en los llamados países del primer mundo?
¡Feministas! ¿Aquellas estudiosas del sicoanálisis que proclaman renunciar al poder del
falo, para recrearse a sí mismas desde su propia y auténtica humanidad? O ¿Aquellas damas en México que defienden su elocuente masculinidad a partir del adjetivo chingona? Chingona porque te jodo, porque mi poder emana de una tarima construida para exhibir la elocuente subordinación del débil, del pendejo, del hijo de la chingada, o peor aún… ¿del puto?
¡Feministas, sí!, ¿Las socialistas-feministas que subrayan cuan alienada está la mujer de su
propio cuerpo? ¿En un país en donde parece que el cuerpo femenino no se pertenece? Y no se pertenece porque el alto índice de violencia contra el mismo hace evidente su elocuente fragilidad frente a un sistema que se mofa de su supuesto empoderamiento. Empoderarse. ¿Desde dónde y a favor de quién?
¡Feministas! ¿Aquellas existencialistas que proclaman la importancia de reconocer al ser
femenino como una identidad capaz de construirse a partir de sí misma? ¿Construirse a sí misma, cuando en México se ejerce el poder desde una verticalidad descomunalmente desigual? Un ser que mira hacia abajo con el afán de joder al otro quienquiera que éste sea. Y ¡vaya! que se podría citar un buen número de mujeres en México (biológicamente hablando) que han incursionado como líderes en diferentes espacios sociales, económicos, ideológicos, laborales desde el abuso y la corrupción, manteniendo su status quo a través de un amasiato rotundo y elocuente con la razón masculina imperante.
¡Feministas, claro que sí! ¿Desde los diferentes enfoques del posmodernismo en donde es
vital cambiar, deconstruir, alterar el lenguaje para desmitificar el discurso patriarcal? En un país en donde es urgente vaciar de significado un buen número de paradigmas lingüísticos que recorren el imaginario colectivo desde una narrativa tradicional, poblada de fantasmas miserables.* No sé puede cambiar de rumbo, cuando las palabras (ya agotadas) no se re significan.
Entonces, pues…, los ismos resultan confusos. Porque asumirse mujer y/o ser humano
sensible, asertivo, empático, no radica necesariamente en nuestra biología o en adoptar una identidad determinada, sino en la manera en que se construye determinada realidad. Sobre todo, en un contexto histórico en donde se requiere trascender la dicotomía masculino-femenino para recrear otros seres con un sentido de vida más integral. Seres que convoquen al encuentro y no a la confrontación. Seres que evoquen al poder de la comunión y sean capaces de reconocerse en el otro: tarea mayúscula en un orden simbólico que nos ha transformado en objetos delegados de su propia historia.
*Bocchetti, Alessandra, Para sí/para mí, “La miseria simbólica es la más terrible de las miserias. Es el cuerpo
el que la expresa, no tu casa, tus vestidos, ni el dinero que tienes en tu bolsillo. La miseria simbólica es la
más radical”, en Debate, feminista, El Feminismo en Italia, año 1, vol. 2, septiembre 1990.
Texto argumentativo: Pilar Chehin
Imagen: Adriana ColinaBarranco
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