Mi soledad debería de tener alas Alejandra Pizarnik
¡Quédate en casa! Y quizás en la noche podrás mirar una que otra estrella oculta y perezosa. ¡Quédate en casa! Y quizás halles la forma de desencantarte, charlar con sombras desterradas de quién sabe dónde quizás de cuerpos que arden a lo lejos más allá de fronteras clausuradas. ¡Quédate en casa! Y quizás podrás toparte con un vacío nunca antes habitado. Un trozo de tela que amortaja tus sentidos para despeñarte y hacerte sentir que vuelas. ¡Quédate en casa! Y quizás la estreches del instante Te haga sentir que el dinero es estéril Que sólo el ¡tú! importa: alejado, ya, de encuentros y desencuentros que también evocan la liquidez del alma. ¡Quédate en casa! Y quizás valga la pena mirar por la ventana: Un caminante, seguido de una rata senil, te verán del otro lado. ¡Quédate en casa! Y quizás no te alcance el olor Que dejan tras de sí los imprudentes: aquellos que no saben que para sobrevivir Se debe jugar con promesas y creer que para morir hace falta cohabitar; con reyes que vienen más allá del mar. ¡Quédate en casa! Y quizás volvamos a empezar de nuevo. Otra cara, otro cuerpo, otras formas de sentir la vida. La vida que comienza y descomienza cada día. La promesa de un final intermitente.
Texto: Pilar Chehín
Ilustradores: pequeñines: Zoe y Sebastián.
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