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Rosario La Pachamama Evo

Actualizado: 19 dic 2019


Hermoso huipil llevabas,

Llorona, que la virgen te creí.

Ángela Aguilar


Yo soy el cóndor, vuelo

sobre ti que caminas…

Pablo Neruda


Entre ir y quedarse.

Entre irse y quedarse duda el día…

Octavio Paz




Rosario La Pachamama Evo

Dos personajes históricos que coinciden en el mismo espacio geográfico. Un espacio territorial que conforma un continente: Un pensar geográfico que ocupa millones, millones de vidas…, de aconteceres…, de historias. Una plataforma gigante donde reposan cordilleras que albergan a dioses, seres míticos que se mecen entre hierbas lúdicas, mares cachondos, colores revoltosos…, demonios encabronados.


Ella y Él subversivos. Ella, hija de la Llorona, una hija de la chingada que reclama la muerte precipitada de un amor mancillado, una diosa con dedos desgastados de tanto restregar las cuentas de su collar profanado. Una aliada que más allá de los mares evoca la alianza entre Deméter y Perséfone: madre e hija aliadas, madre e hija negando dar mortaja a las sombras; cuerpos que cabalgan en noches sin estrellas. ÉL, hijo de la tierra, un indio aymara que habla con llamas de fuego, un indígena inculto que mira al cielo y sueña.


El y Ella conspiradores. Él platica con una tal Pachamama. La escucha, la huele, la mira, la toca. Platica con ella y le hace el amor con sus ojos y dedos de amante desvelado. Ella, la hija de la chingada --la conspiradora-- se baña con Arquímedes y le propone trasegar al universo para dar respuesta a su historia de vida. Una vida poblada de seres que viven despoblados; ojos que miran al otro sin verse. Ella propone entonces la promesa del encuentro; el encuentro del otro condenado a vivir en el exilio. Otro que reclama saberse vivo, hallado entre escombros, tatuaje en la piel, rescatado.


Ella y Él amantes transgresores. Ella, doncella enamorada en espera del reencuentro. Él, amante fiel, escucha el poder del susurro, el aliento traducido en palabras, palabras oscilantes que se entretejen entre ramas resplandecientes: ramas de coca que nacen de la tierra para amansar la locura, para mitigar al dolor, para sosegar a la muerte.



Él y Ella apostatas de la fe. Él renuncia cubrirse con la sábana de Jesús vilipendiado, humillado, y finalmente transfigurado. Él opta por la ecuación suprema: madre-tierra-luz. Entonces Él se convierte en chaman: Sacerdote de vida. Ella reclama a la vida su simiente. El sol se monta en sus hombros. Se escucha al gallo. Aún no es hora de morir.



Ella y Él candidatos a prohibirles (de manera contundente) que no mamen. Qué no mamen a la vida: los puntos cardinales no convergen en su historia. Hijos de la historia condenada al silencio. ¿Por qué entonces subersivos? ¿Caminantes con memoria? Se duermen y despiertan poblados de paisajes. La muerte los habita con un jilguero de luz en la frente.



Él y Ella…, provocadores; espejos de lenguas aglutinadas.



Ella y Él empeñados en subsistir, en quedarse, en permanecer. ¿Por qué tan necios? ¿Por qué siendo lo que son desean permanecer in situ?




La Pachamama los ve…, se queda…


Diciembre revolucionario, histórico, mortaja…, ¡esperanza!


-Pilar Chehín.



 


(1) Adriana Colina Barranco Cancino, veintinueve años, diseñadora multimedia. Egresada de la facultad de Artes y Diseño de la UNAM; especializada en postproducción, animación 3D y publicidad.

Adriana subraya: “… me apasiona la animación 3D, CGI (Computer-generated imagery) y los efectos especiales. Me interesa hacer diseño y animaciones políticas porque siento que hacer consciencia con este tipo de arte es lo que necesitamos”.

Puedes encontrar a Adriana en Instagram como @a_leph_




 

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